Transformar un contenido de cualquier formato: foto, video, texto, etcétera, en viral, es decir, que alcance e impacte a numerosas y hasta millones de personas en un lapso determinado, es el sueño de los modernos alquimistas digitales y quien logre la fórmula ideal para generar ese efecto parece que será el poseedor de la piedra filosofal del siglo XXI capaz de transmutar la fama global en la vida eterna.
Algunos dicen que es magia, otros suerte y muy pocos, una neociencia que puede comprobarse mediante las experimentación con técnicas y métodos específicos que incluyen formas de producción, distribución y consumo de la información con tecnologías actuales.
Lo cierto es que admirar a Charles Darwin no es lo mismo que hacerlo por David Cooperfield o por el mejor de los jugadores de Las Vegas en el póker, sin que ello implique demérito alguno por los magos o ilusionistas ni los profesionales en juegos de azar.
En realidad, los usuarios de internet y, en especial, los de redes sociales, diariamente viralizan en cierto grado, consciente o inconscientemente, contenidos. Y es que esto es parte de la naturaleza de la red diseñada precisamente para generar condiciones que propician “contagios” de información a grandes poblaciones de personas con acceso a dicha tecnología.
Sin embargo, hay que entender que existen grados de viralidad proporcionalmente al tamaño y fortaleza de la reputación y los medios que utilice quien viraliza; por ejemplo, los llamados influencers en redes sociales tienen un grado más alto de viralidad que un usuario estándar de pocos fans o followers; o bien, un contenido puede ser muy conocido en internet y quedarse ahí, pero si otros medios lo retoman y se complementan: radio, la TV, impresos e internet, juntos generan las fuerzas globales de mayor impacto e influencia en todo tipo de audiencias o públicos.
Las claves
Así, la viralidad tiene sus grados en función de la intención, los esfuerzos y métodos que se utilicen para alcanzarla, pero en su ADN está el carácter exponencial de sus efectos, es decir, la capacidad de adopción y reproducción de contenidos una y otra vez por cada uno de los usuarios que son expuestos a la información. En las tecnologías digitales, la exponencialidad es una constante siempre presente de alcance a una población considerable cuando existen las condiciones de que el “contagio” continúe ocurriendo en un tiempo y espacio determinados.
En términos de viralidad, ésta pude alcanzar un nivel óptimo dependiendo de su propio objetivo: como en los casos de una marca orientada a cierto segmento de mercado, por ejemplo, cuando alcance al máximo número de personas posible que potencialmente comprarán lo que promueve, aunque sea local o hiperlocal. Lo mismo pasa con los usuarios: quien habla de un tema específico para influir en la opinión y las acciones del segmento que le interesa y consigue liderar y hacerse notar, destacar en esa comunidad, entonces está siendo suficientemente viral dentro de su nicho. En el plano global, el efecto Media Virus 3.0, es decir las sinergias cuasi naturales y concurrencias entre diferentes plataformas que conforman un gran ecosistema de comunicación, es una constante también ya que cuando se complementan todos los medios y actúan como un sistema de distribución de información sobre un tema en particular, generan un ambiente el cual facilita la reproducción y crecimiento del mensajes, datos y contenidos para convertir algo en viral.
Está claro que el Gangnam Style no sería tan famoso sin que se difundiera en la TV, la radio, redes sociales y los impresos; Youtube es insuficiente para generar el conocimiento global que alcanzó el video y la música del baile del caballo.
Bajo condiciones adecuadas (esfuerzo humano, material y económico), un contenido digital, por ejemplo: mensaje, actitud o historia se puede dividir o recrear de cierta manera por los nuevos usuarios que tal cual huéspedes del “virus” hacen su parte para “contagiar” a otros de la información “genética” del impulso original de la comunicación pretendida por una persona, grupo, marca, etcétera.
En términos digitales, el tamaño sí importa igual que la calidad, velocidad, frecuencia y el formato que permiten los flujos de información efectivos para los objetivos que se pretendan alcanzar en términos de impacto y presencia pública, ya sea para vender, estar, destacar, etcétera. De esta forma quienes deseen mejorar su viralidad y alcanzar estándares de impacto mucho más grandes que los retuits o los “me gusta” de Facebook, deberían considerar los siguientes puntos.
10 elementos de la viralización digital
1.-Tener un objetivo. No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va, decía Séneca, de igual manera tener claro lo que se quiere es fundamental para lograr efectos exponenciales o de “contagio” entre comunidades o audiencias importantes.
2.-Ser único, ser humano. La diferencia entre millones de expresiones y contenidos que hay en internet, se hace con ingredientes humanos: las piezas o historias que tocan sensaciones y temas universales como el humor, las pasiones, las acciones de bondad, los actos de valor y dignidad, los gustos musicales, sobresalen con mayor facilidad porque generan empatías.
3.-Hacerse lo más visible posible. Aun cuando no se cuente con audiencias iniciales de millones, hay que procurar siempre optimizar los medios que se usen para lograr notoriedad entre los públicos aprovechando las palabras clave o temas de mayor relevancia entre las comunidades que se participa, de ello depende el grado de exponencialidad que se obtendrá.
4.-Concentrarse en lo que se hace y dejar ser a los demás. Quien está convencido y seguro de lo que hace y se mantiene abierto a la co-creación, tiene mayor probabilidad de contagiar a los demás de dicha actitud y generar dinámicas de participación, sumar y multiplicar es la clave.
5.-Implicar los cinco sentidos. Los contenidos más virales son videos porque implican el mayor número de los sentidos humanos: vista, oído y, en ocasiones hasta el tacto, el gusto y el olfato al reproducirse en determinados ambientes. Usa este viento a tu favor, y produce contenidos multimedia.
6.-La viralidad es exponencial, una vez que se genera ese efecto, hay que dejarlo fluir. Procura orientar los esfuerzos iniciales a compartir contenidos con influencers y a través de diferentes plataformas, si estos comienzan a adoptar como propio aquello que promueves, aun cuando lo hagan a su manera, deja que ocurra; intentar controlar que un mensaje no sufra modificaciones en el camino, es obstruir la viralidad misma.
7.-En el camino habrá resistencias, prepárate y sigue adelante. Identifica no sólo las personas y medios más idóneos para promover el contagio, sino también los que podrían oponerse a él; prepárate para que no desvíen la intención original de tu contenido en el proceso de la viralización.
8.-Juntos somos más fuertes. Ayuda a los demás a propagar el contenido co-creado. Retoma noticias que hablen de aquello que promueves, dale retuits, retoma comentarios, etcétera, e invita a que los demás también lo hagan.
9.-Todos co-crearon la viralidad, todos le pondrán punto final. Todo tiene una temporalidad y debes identificar el momento en que la vigencia del contenido ha terminado, no es útil insistir en la repetición infinita de contenidos por ninguna vía, terminarás aburriendo o generando indiferencia de los demás hacia lo que haces.
10.-Ser consciente y definir un método. El grado óptimo de viralidad lo determinas tú mediante la inversión que destines a ese propósito: esfuerzos, trabajo, energía, creatividad, talento, medios, recursos financieros, calidad de la producción, etcétera. La suerte y la magia déjasela a los ilusionistas y los jugadores de póker.
Finalmente, no existe “la fórmula” de la viralidad, la alquimia digital usa y experimenta con técnicas y métodos en desarrollo para alcanzarla, pero lo cierto también es que ésta no conduce a la vida eterna ni es infinita, es efímera y limitada según las condiciones en que se genere y se convierte pronto en un recuerdo, a veces positivo, otras, negativo sobre alguien o algo que haya sido viral. Aquí les dejo un video ya clásico, convertido en metáfora de la viralidad.
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Autor : Hugo Moreno
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